lunes, 9 de febrero de 2009

"La Gran Evasión", por Julio Aramberri


Fragmento del artículo de Julio Aramberri sobre el libro de Gregory Clark (2007), A farewell to alms. A brief economic history of the world (Princeton: Princeton University Press). En http://www.revistadelibros.com/articulo_completo.php?art=13
Gregory Clark es profesor de Economía en el sistema universitario californiano, concretamente en la Universidad de Davis. Su carrera académica ha estado ligada a la historia económica, en especial la de Gran Bretaña e India. Hasta el momento, sus escritos habían sido monografías en publicaciones académicas de solera como Journal of Economic History, Economic History Review o Journal of Political Economy, y sólo recientemente se ha decidido a formular una visión general de la historia económica mundial en el libro que aquí se comenta. El libro de Clark ha sido saludado con entusiasmo por algunos de sus colegas economistas. Hay quien lo considera como uno de los más estimulantes resúmenes de la historia económica mundial o como la salva inicial de un debate que no se cerrará en años.
Muchas cosas, como se verá, podrán achacársele a Clark, menos falta de ambición. El libro comienza a tambor batiente, con una introducción que resume en dieciséis páginas, dieciséis, la historia económica del mundo en dos grandes etapas y una coda. La conclusión que Clark saca de la primera etapa es un navajazo a la idea, tan extendida, de que a lo largo de los siglos la humanidad ha visto mejorar sus condiciones de vida. Hacia 1800 el ciudadano medio del planeta no había superado a sus ancestros remotos. Si acaso, lo contrario. Los cazadores-recolectores tenían una esperanza de vida similar a la de sus paisanos de 1800; eran más altos gracias a una dieta variada; trabajaban mucho menos; sus comunidades eran más igualitarias. En realidad, desde la prehistoria, las cosas no habían hecho sino empeorar. «A los pobres de 1800 [...] mejor les hubiera ido de haberse podido mudar a una banda de cazadores-recolectores» (p. 2). La Revolución Industrial abrió un segundo recorrido al alterar sustancialmente ese equilibrio. Las economías ricas cuentan hoy con rentas entre diez y veinte veces superiores a la media de 1800. La coda, sin embargo, es menos optimista. La prosperidad no se ha asomado en igual medida por todas las esquinas del planeta y, lejos de haber generado riqueza para todos, la diferencia de renta entre sociedades ricas y el resto varía hoy de 50 a 1. De la nada hemos pasado a las más altas cumbres de una Gran Divergencia. Así de sencilla es la historia económica de la humanidad.
Los historiadores económicos, sostiene Clark, tienen que explicar tres problemas corniveletos. ¿Por qué se ha visto la humanidad atrapada en una trampa maltusiana durante los cien mil años anteriores a la Revolución Industrial? ¿Por qué los primeros en escapar de ella hubieron de ser los habitantes de una pequeña isla como Gran Bretaña? ¿Cuál es el futuro de la Gran Divergencia? Clark proclama tener respuestas para casi todo, aunque confiese que éstas adolecen de la ley de rendimientos decrecientes. Reducir la era maltusiana a una serie de mecanismos básicos le parece fácil; explicar el éxito de la Revolución Industrial no tanto; el final de la coda está aún por escribir.
En cualquier caso, el libro tiene fines adicionales, tal que dar un repaso a la sabiduría convencional de los historiadores económicos, la mayoría aún anclados en el mito decimonónico de que la historia ha llevado gradualmente a los humanos hacia mayor crecimiento, mayores rentas y más felicidad. La realidad ha sido diferente. Ni el bienestar ha crecido hasta muy recientemente, ni la riqueza de las sociedades modernas ha acarreado un aumento general de la felicidad. El crecimiento y la felicidad, esos dos gigantes de los economistas, andan mayormente a la greña, tal que Fafner y Fasolt luego de haber levantado el Valhalla. Clark adicionalmente reconoce una deuda con Jared Diamond. Como para su mentor, para él la historia económica es un haz de casualidades que no permite a los sujetos intervenir decisivamente en la pieza que protagonizan. Sin duda, la Revolución Industrial ha significado un importante cambio en la derrota tomada por las sociedades modernas, pero no por una mayor clarividencia o superioridad intelectual de los europeos y americanos que la impulsaron, pues podría haber ocurrido de otra manera. «Los historiadores económicos [...] dedican sus días a defender una idea de progreso que todos los estudios empíricos serios desmienten» (p. 147). ¿Será verdad?

La trampa malthusiana
Durante casi toda su existencia, la humanidad ha sido víctima de una trampa maltusiana por la que los avances tecnológicos que permitían mayor bienestar venían seguidos de un aumento de población que terminaba por agotarlos y revertir al equilibrio de precariedad inicial. No cuesta entender la cuestión si se presumen tres condiciones: 1) que cada sociedad tiene una tasa de natalidad determinada por las costumbres que regulan su fertilidad y que crece a medida que aumenta su nivel de vida; 2) que la tasa de mortalidad decae a medida que eso se produce, con lo que crece la densidad de las poblaciones respectivas; 3) que la mayor densidad demográfica acaba por generar un declive del nivel de vida. El nivel de vida, pues, es un equilibrio inestable entre natalidad y mortalidad y la demografía estipula la cantidad de bienes y servicios que cada sociedad puede consumir, es decir, su renta de subsistencia.
Este concepto clave de renta de subsistencia –dice Clark– no debe entenderse como el límite de la inanición: unas mil quinientas calorías diarias. Todas las sociedades maltusianas lo han excedido considerablemente y las diferencias de fertilidad entre sociedades han generado normas de subsistencia variables a lo largo del tiempo. En cualquier caso, si una población crece por cualquier razón, al final su renta disminuye, lo que trae consigo una caída por debajo del nivel de subsistencia, un aumento de la mortalidad y un nuevo equilibrio sobre el punto de partida. Las habas están contadas.
El ciclo se basa en la ley de rendimientos decrecientes formulada por Ricardo. Si uno de los factores productivos (tierra, trabajo y capital) se mantiene fijo, un aumento en el empleo de los otros disminuirá su rendimiento marginal. La relación, sin embargo, no es fija para todas las sociedades. Dependiendo del área cultivada y de su tecnología, cada una tiene su agenda tecnológica que conecta cada nivel de población con un determinado nivel de renta real. Las sociedades anteriores a 1800 conocieron muy diversos niveles tecnológicos, pero su ritmo de innovación era muy bajo en comparación con lo que sucedería después. Con ese compás lento, aunque una innovación tecnológica pudiese desencadenar un aumento de renta, el crecimiento de la población acababa inexorablemente por devolverla a la casilla inicial. «En la sociedad preindustrial, los avances tecnológicos esporádicos sólo producían gente, no riqueza» (p. 32).
Para Clark, los economistas clásicos erraban el tiro al pensar que reformas institucionales variarían el resultado. Smith y sus seguidores podían creer que la acumulación se desencadena con reducciones de impuestos, seguridad jurídica y una justicia eficiente, pero la realidad muestra que eso son fórmulas vacías. En la etapa maltusiana, que un gobernante aumentara los impuestos para financiar grandes monumentos o un harén no afectaba al bienestar medio. Inicialmente un impuesto de, digamos, el 10 por ciento reducía la renta personal en esa misma medida acarreando una subida de la tasa de mortalidad. Con el tiempo, sin embargo, la caída demográfica se reequilibraba en torno a la renta de subsistencia y no con peores resultados para el conjunto. La desigualdad podía no hacer más acomodado al ciudadano individual, pero la renta media no disminuía porque crecían las de los más ricos.
Escapar de la trampa maltusiana no fue sencillo y llevó más de diez mil años. Las sociedades agrarias sólo podían mejorar su nivel de vida mediante una reducción de la fertilidad o un aumento de la mortalidad. En Europa lo primero se alcanzaba mediante matrimonios a edad tardía para las mujeres (24-26 años), soltería femenina (entre el 10 y el 25 por ciento de las mujeres no se casaban) y un bajo grado de fertilidad ilegítima. En otras palabras, como los anticonceptivos del tiempo no eran fiables ni su uso generalizado, la baja fertilidad se basaba en la represión de la sexualidad, especialmente la femenina. En Asia Oriental, el mecanismo era distinto. Las mujeres se casaban antes y en mayor proporción, pero la fertilidad matrimonial era igualmente baja, según Clark, por causas no bien conocidas. Adicionalmente, el infanticidio femenino era práctica extendida en China, con lo que la quinta parte de los hombres no encontraba cónyuge. En Polinesia, el infanticidio rampante liquidaba entre dos tercios y tres cuartos de los nacidos. Así, la tasa de natalidad oscilaba en torno a 35 por mil y la esperanza de vida no llegaba a los treinta años. Entre 1580 y 1800, el 18 por ciento de los niños ingleses morían en su primer año de vida, aunque eso no fuera uniforme en todos los niveles de renta. Las ciudades contribuían también a la mortalidad. De no haber habido una migración constante del campo a la ciudad, según Clark, las ciudades europeas hubieran desaparecido del mapa. Estaban superpobladas y la higiene no era uno de sus florones, como lo muestra la rápida difusión de la peste negra y otras plagas. La alta mortalidad, tanto infantil como urbana, era el dique social en defensa del nivel de vida.
Pero ya sabemos que la trampa maltusiana tenía otras vertientes. Al forzar aumentos de la mortalidad, agrandaba la renta real de los supervivientes. La urbanización insalubre y las altas tasas de mortalidad explican, pues, el bienestar relativo de los Países Bajos e Inglaterra en los albores de la Revolución Industrial. En Asia Oriental las cosas pintaban de otra forma. Allí las basuras, vendidas como fertilizante, generaban renta; japoneses y chinos estimaban más su higiene personal; sus casas se mantenían más limpias; y todo ello generaba crecimiento menor que en Europa Occidental. La peste blanca (cólera, tifus, viruela y parásitos intestinales) que los colonizadores llevaron a las Américas debería, según esta lógica, haber mejorado la suerte de los nativos de aquellos lugares, pero la expropiación de sus tierras y otros recursos naturales lo impidió.
Siguiendo con la navaja de Occam, Clark deja sin explicación un par de misterios dolorosos. Dentro de su hipótesis no acaba de entenderse, ante todo, por qué se empeñaban los campesinos europeos en tirar el arado y abandonar la gleba, pues debía resultarles obvio que el aire de la ciudad, lejos de hacerles libres, les enfermaba y que su vida iba a ser breve y miserable. El segundo misterio es una extensión de éste. La revolución neolítica se generalizó, dice Clark, por haber generado una tecnología inicialmente superior –la agricultura–, pero su difusión llevó a los humanos a un equilibrio menos favorable que el de los cazadores-recolectores. A estas alturas ya conocemos el busilis. Almacenar provisiones para tiempos de vacas flacas tuvo por resultado una reducción de la tasa de mortalidad y, con ella, del nivel de vida. Luego, el aumento de las enfermedades causado por la densidad de población revertía al estado anterior. La larga era neolítica se tornó así en una revolución desperdiciada. Si resultó industriosa, como diría Jan de Vries al subrayar el alargamiento de la jornada laboral de los campesinos, no por ello trajo consigo mejores condiciones de vida. ¿Por qué, pues, cabe preguntar, se empecinaron los humanos durante más de diez mil años en ganarse la vida así? ¿Acaso nadie cayó en la cuenta de que las cosas iban a peor? ¿Por qué tantos prefirieron vivir en los imperios de China o Roma y no cruzar el limes para buscar una vida mejor entre los bárbaros? ¿Por qué a las primeras de cambio éstos se aficionaban a las delicias de Capua y no cataban volver a la horda original ni a tres tirones? Estos misterios, que hacen a su modelo menos plausible, los pasa Clark por alto.
Para salir de la trampa maltusiana, los humanos hubieron de trepar por alguna escala. Su primer tramo lo marcó el éxito reproductivo de los ingleses ricos. Según Clark, los más pobres no conseguían reproducirse con éxito porque su nivel de renta impedía que su fertilidad superase su mortalidad. Los ricos, en cambio, tenían hijos en mayor número y con mejores expectativas de supervivencia. Siguiendo series de testamentos en algunos lugares de la Inglaterra de los siglos xvi al xvii, Clark concluye que la riqueza –no la posición social o la educación formal– explica allí el éxito reproductivo. El segundo peldaño brota de una diferencia fundamental entre los ingleses del xviii y los grupos de cazadores-recolectores. Mientras los primeros habían conseguido reducir las muertes por accidente u homicidio, éstas tenían una incidencia desproporcionada en la Edad de Piedra. Si conseguimos explicar cómo, cuándo y por qué se produjo esa transición a sociedades más pacíficas habremos alcanzado el tercer escalón. Volvamos, pues, a la Inglaterra pre-Cromwell. Quienes allí se reproducían con mayor éxito eran los ricos. Pero, en buena lógica maltusiana, no todos sus hijos podían mantenerse en el nivel social de los padres. Así que los artesanos de una generación procreaban los peones de la siguiente; los banqueros eran sucedidos por comerciantes; y los terratenientes por pequeños granjeros. La movilidad social apuntó inexorablemente hacia el sur.
La tecnología no dejó de tener su influencia, pero en menor grado. En la era preindustrial hubo numerosos avances tecnológicos, pero eso no fue decisivo para el paso a la modernidad, porque marchaban a paso de carreta. Según los cálculos de Clark, en 1750, el conjunto de todas las economías tan sólo producía un 24 por ciento más por hectárea que al comienzo de la era común. Con los mismos toscos indicadores basados en la densidad de población, también podemos ver cuáles eran las regiones de mayor desarrollo tecnológico: Europa Central, el Oriente Medio, India y el Asia oriental. Sin embargo, el salto no se dio sino en la primera. ¿Por qué?
El prerrequisito para llegar a la solución, según Clark, es quitarse la venda institucionalista. Los cambios fundamentales en la era maltusiana hay que buscarlos en otras causas: una bajada secular de los tipos de interés, extensión de la alfabetización y del conocimiento de las cuatro reglas, aumento de las horas de trabajo y declive de la violencia interpersonal. «El ahorro, la prudencia, la negociación y el trabajo duro fueron imponiéndose poco a poco como valores centrales en las comunidades que hasta entonces habían sido gastosas, impulsivas, violentas y amantes del ocio» (p. 166). En definitiva, triunfaron los valores de la clase media, y quien haya seguido lo anterior no tendrá dificultad en explicar por qué. El éxito reproductivo de los ricos, con ayuda de una movilidad descendente, los extendió al conjunto de la sociedad. Las sociedades agrarias no hicieron más inteligentes a sus miembros, pero recompensaron con el éxito económico y, por ende, reproductivo a quienes se adornaban con la habilidad de llevar a cabo tareas simples y repetitivas hora tras hora, día tras día.
Hablar de Revolución Industrial –observa Clark– no parece la mejor denominación para la nueva etapa económica, caracterizada más bien por un fuerte aumento de la productividad tanto en las manufacturas como en la agricultura, pero es la expresión más aceptada. Sea como fuere, lo que importa es saber cuáles fueron sus mecanismos básicos. El más llamativo fue la práctica desaparición de la tierra como factor de producción. Entre 1750 y 2000, las rentas agrarias y urbanas redujeron su papel en la economía británica de una cuarta a menos de una vigésima parte. El gran crecimiento de los últimos dosciento cincuenta años tuvo, pues, que brotar de otras dos fuentes: mayor capital por trabajador y mayor eficiencia del proceso productivo. Según los cálculos de Clark, el primer factor explica tan solo una cuarta parte del crecimiento, dejando los tres cuartos restantes al segundo. Es decir, la parte del león en el aumento de la productividad se la llevó básicamente la innovación.
Todo el proceso podría haber acabado con una nueva recaída en la trampa maltusiana de no haber coincidido con un inesperado crecimiento de la población inglesa entre 1750 y 1800, que se produjo independientemente de aquélla. Ese crecimiento demográfico se había hecho notar antes de que aumentara la productividad y sus causas no fueron mayormente económicas. A principios del siglo XVIII, las mujeres inglesas empezaron a casarse antes; la proporción de solteras cayó de una cuarta parte en el siglo anterior a la décima; los nacimientos ilegítimos crecieron. Entre 1650 y 1800 la fertilidad aumentó un 40 por ciento. Como la agricultura doméstica no podía hacer frente a la creciente demanda de alimentos y de materias primas, al país no le quedó otra salida que pagar sus importaciones con la exportación de productos manufacturados. Y, así, Inglaterra se convirtió en la gran fábrica del mundo.
¿Por qué no pasó lo mismo en Asia? Sin citar fuentes, Clark apunta que bajo la dinastía Qing (1644-1911) y el shogunato Tokugawa (1603-1868) tanto China como Japón habían hecho notables progresos educativos y que su tecnología no había permanecido estancada. Ambas sociedades se encaminaban hacia una eventual Revolución Industrial local, pero su velocidad de crucero era inferior a la de Inglaterra. Nuevamente, ¿por qué? A pesar de reconocer la insuficiencia de datos sobre la demografía de China, Japón o India, Clark no se resigna a ofrecer menos de dos explicaciones. La primera está en la extensión de la superficie de cultivo. Entre 1300 y 1750, la población de China se triplicó y la de Japón creció cinco veces, pero ambos países pudieron alimentar ese excedente demográfico con más producción agraria. A diferencia de Inglaterra, no necesitaron encontrar una salida hacia el exterior. Aún más importante es la segunda. En ambos países los ricos no conocieron el mismo éxito reproductivo que en Inglaterra. En Japón, los datos de adopciones entre familias samurai muestran que desde el siglo xviii su fertilidad bajó respecto de la de los ricos ingleses. En consecuencia, sus hijos legítimos o adoptados no excedían la tasa general de reproducción, la movilidad descendente no actuaba y los valores de la clase media no podían difundirse con igual velocidad. En China, datos sobre la fertilidad del linaje imperial de los Qing muestran una tendencia similar. En resumen, la demografía empujaba en otras partes hacia la Revolución Industrial, pero sólo en Inglaterra, cuya agricultura no daba abasto para satisfacer las demandas de una población creciente, permitió el asentamiento rápido de los valores de la clase media.
Con Weber y la teología puritana hemos topado. El motor de la acumulación se halla en el ahorro, la laboriosidad y el buen crédito. Aquí, amén de en un uso excesivamente alegre de algunos de los datos empíricos aportados, es donde uno empieza a juzgar que Clark es menos riguroso de cuanto aparenta. La teología puritana por sí sola hace a la gente más virtuosa, no más rica. Supongamos una sociedad cerrada y en equilibrio sobre un nivel de subsistencia, y supongamos que allí arriban unos presbíteros calvinistas que convencen a sus miembros de que deben ser más ahorrativos. Si el consumo disminuye al año siguiente un 10 por ciento, la sociedad no encontrará salida para su excedente de producción, y así sucesivamente. El ahorro y la laboriosidad sólo desencadenan un proceso de acumulación inicial si en la sociedad de referencia o en otras de su entorno hay gentes menos ahorrativas y virtuosas que gastan sus ingresos en comprar lo que los puritanos producen. Esta historia la contó con mucho salero el Mandeville de La fábula de las abejas, así que puede darse por sabida.
Si el ahorro y el trabajo por sí solos no explican la acumulación, Clark tiene que caer en otra trampa maltusiana, esta vez teórica, pues la única explicación para la acumulación habrá de proceder bien de la tecnología, bien de la mortalidad. Clark no se fía por completo de la primera porque huele a chamusquina institucionalista. Tecnología es aplicación del conocimiento a la producción de bienes y servicios con dos consecuencias: mayor utilización de capital y mejor organización del proceso productivo. No en balde la obra de Adam Smith arranca con el análisis de la división del trabajo en la base de la Revolución Industrial. North, por su parte, ha destacado que el aumento de la productividad causado por la tecnología se hace más estable en un entramado institucional donde la libertad de investigación va en paralelo con la nación-Estado y las garantías jurídicas para la propiedad. Justamente lo que, a lo largo de varios siglos y no sólo por casualidad, había sucedido en Europa occidental y no en otros lugares del planeta como China, Japón y el mundo islámico.
El arrebato anti-Smith de Clark lógicamente lo lleva a no mencionar más que de pasada otro mecanismo fundamental en el proceso de acumulación moderna: el comercio internacional. Sin él, empero, ni Dios hubiera librado a los puritanos de la ruina. En su modelo, sin embargo, el comercio internacional es el último expediente al que recurrieron los ingleses para poder mantener a una población que había crecido al albur de una fertilidad incontrolada. Como el comercio malamente puede desarrollarse sin libertad de movimientos para el capital y para el trabajo, y sin las instituciones que regulan los mercados, Clark prefiere olvidarse de él, para no tener que explicar que el desarrollo de la economía de mercado, aunque no fuera ajeno a China o al mundo islámico, alcanzó su cima inicial con las ferias medievales europeas, muy anteriores a la gran evasión.
La mortalidad es, en definitiva, el único acicate operativo en la mejora de las condiciones de vida. Cuanto peor para la generación actual, mejor para las venideras. La peste negra proporcionó a los jornaleros ingleses supervivientes las mejores condiciones de vida de su historia. Si Clark tiene razón, gentes como Stalin, Hitler o Mao, que tanto contribuyeron a diezmar sus poblaciones y las ajenas, han sido injustamente maltratadas. Tal vez la ola de bienestar económico de Europa Occidental a partir de 1945 se deba a la venturosa guerra mundial que los dos primeros contribuyeron decisivamente a desencadenar. Esta no es una reflexión moralista. Aunque Hitler no pudo practicar en toda su extensión sus ambiciosos proyectos económicos, sí sabemos lo que pasó con el comunismo ruso y el chino: a la postre, la mortalidad que indujeron no trajo sino estancamiento.

16 comentarios:

Cintia Fuentes Sánchez dijo...

En este artículo, Julio Aramberri hace una interpretación del libro de Gregory Clark, “A farewell to alms”, donde pone de manifiesto, muy sutilmente, que no está incondicionalmente de acuerdo con las ideas que Clark escribe en él. En dicho libro, el profesor Clark expone unas teorías muy novedosas a cerca de los factores que hacen posible el desarrollo y la prosperidad.

Para Clark, la historia económica de la humanidad está dividida en dos etapas: la primera, que comprendería desde la sociedades cazadoras-recolectoras de la Prehistoria, hasta la Revolución Industrial; y una segunda, que abarcaría desde la Revolución Industrial hasta la actualidad. De la primera etapa, él extrae una conclusión muy novedosa, que rompe con la creencia vigente hasta este momento: las condiciones de vida de la humanidad no han mejorado nada, e incluso han empeorado, hasta el siglo XIX. Es decir, que el bienestar del hombre prehistórico era igual que el del hombre de la era pre-industrial.

También es muy innovadora y audaz su respuesta al interrogante de por qué la Revolución Industrial se da en Inglaterra-Europa y no en otros países con ciertas características similares. Según Clark, este proceso se basó en la abundancia de hijos que tenían los ricos ingleses y su mayor supervivencia, debido a las mejores condiciones de vida (característica que no se dio en otras partes del mundo, como Japón o China, donde sus ricos eran poco fértiles).

Estos supervivientes extendieron a toda la sociedad el modo de vida, que había hecho ricos a sus antepasados: trabajo duro, ahorro, menor violencia, mayor alfabetización... Esto trajo un cambio de comportamiento, con una mejor preparación metal para aceptar las innovaciones, que hizo posible que la sociedad pudiera evolucionar. Para Clark, este comportamiento habría quedado impreso en los genes.

A pesar de respetar esta teoría de Clark (ya que él es el experto y nosotros no lo somos), no estamos de acuerdo con ella, pues pensamos que este cambio de mentalidad fue debido a factores culturales y no a que la población de aquella época lo hubiera interiorizado en el código genético, para lo que se hubiera necesitado, según las leyes de la genética, millones de años.

Tristemente compartimos con Clark la certeza de que, a pesar de todos los logros conseguidos por la humanidad, no somos más felices que aquellos primitivos cazadores-recolectores, quizás por habernos separado demasiado de la naturaleza, ya que no podemos obviar nuestro componente biológico


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Aitor Carpintero Alcón
Kevin Ayuso Rodríguez
Diego Alonso Presa
Cintia Fuentes Sánchez

Historia económica.
Grupo 62

Alejandro Barriuso dijo...

Clark niega que hubiese un crecimiento economico progresivo hasta el siglo XVIII, dado que no solo considera crecimiento economico al progreso científico sino a las condiciones de vida de las personas de la época. En esto estoy de acuerdo con Clark porque no sirve de nada que haya crecimiento si nadie, o solo un pequeño porcentage de la población puede disfrutar de el.
Explica que la Revolución Industrial se dio en Inglaterra por causas de natalidad como que la clase media inglesa tenia una mayor natalidad que el resto. En esto no estoy de acuerdo porque paises occidentales tenian niveles de vida similares a los de Inglaterra y no se dio de la misma manera.

Anónimo dijo...
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Gulipox dijo...
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Gulipox dijo...

Las dos grandes discusiones que abre clark en su escrito, son las de por que considera que las sociedades hasta 1800 no crecieron de forma progresiva y porque la revolución industrial se dio en Inglaterra.

Antes de 1800 el mundo se veía en una trampa Maltusiana, cuando mejoraba algo la población, esta crecía, entonces sus condiciones de vida empeoraban y se volvía otra vez al punto de partida.

Es un aspecto bastante lógico el que trata Clark, se vivía en una economía de subsistencia, agrícola, donde cada familia tenia sus tierras las cuales trabajaba y obtenía el fruto de el, pero se carecía de la mentalidad capitalista, se limitaban a producir y gastar lo producido, por tanto cuando algo variaba de la ecuación, como el numero de miembros de la familia, todo fallaba, puesto que si había mas manos para cultivar la tierra, esta tenia un limite natural, no por mas gente ni mas horas de trabajo, el campo te va a dar mas alimento, esto provocaba una precariedad en la vida de esta gente y un estancamiento que no permitía que su nivel de vida mejorara a partir de un limite.

Por otro lado, este análisis de Clark si bien puede parecernos correcto, erraba al obviar lo que otros muchos compañeros suyos pensaban, el papel de las reformas institucionales, ya que están darían la posibilidad de sacar un beneficio al aumento de la población y ayudaría a una acumulación de capital, el cual les valdría para hacer frente a variaciones futuras ( malas cosechas, nacimiento de hijos..etc.), también podría promover el comercio, y despertar lo que en un futuro vendría con la revolución industrial.


En el segundo análisis de Clark, sobre el por que Inglaterra consiguió la revolución y no otros países con similares características, tenemos que decir que la idea que aporta nos parece bastante pobre, la explicación en base a una mayor o menor fertilidad nos parece demasiada simplista.

Sin un cambio de mentalidad, sin una población con ambición, sin una situación critica que obligara al cambio, no habría sido posible.

El papel de la fecundidad entre las clases mas pudientes es algo, que si bien puede ser cierto y haber ayudado a que comenzara la revolución, nos parece un factor mas que secundario, el cual queda relegado por otros mucho mas importantes, como los citados anteriormente.

Por otro lado, el momento en que Clark habla sobre el papel de la productividad ligado a la tecnología nos parece bastante acertado, al igual que la explicación sobre el papel que jugo la demografía en Asia, puesto que allí no hizo falta un cambio de mentalidad, ya que al tener una mayor superficie de tierra cultivable, no se llego al punto critico en el que estaba Inglaterra.

Grupo 62:

Francisco Müller Iturrieta
Hector Villegas Molina
Manuel Calvo Sanjuán
Cayetana Buttner

Anónimo dijo...

El texto analizado pertenece a un artículo de Julio Aramberri sobre el libro de Clark "A farewell to alms. A brief economic history of the world". En este análisis del libro de Clark el autor distingue dos etapas: la primera anterior a 1800 o la época preindustrial y la segunda posterior a 1800 y con una sociedad industrializada.
En la descripción que hace Clark de la época anterior a 1800 lo más destacable es lsu oposición tajante a la idea de que a lo largo de la historia la humanidad ha mejorado poco a poco sus condiciones de vida y su prosperidad hasta llegar a la Revolución Industrial. En esta idea concreta estamos, en generl, de acuerdo puesto que tal como cree Clark desde los cazadores-recolectores de la prehistoria a la sociedad preindustrial no se aprecia un aumento significativo del nivel de vida ni del bienestar social. Si acaso podríamos hablar de un paso atrás en cuanto que aquellos cazadores prehistóricos vivían una vida sin preocupaciones y sus métodos de supervivencia no distaban mucho de los que poseían las gentes anteriores a 1800 en cuanto a que ambas eran esencialmente agrícolas y sus métodos de producción era parecido. Sin embargo, hay que reconocer que a lo largo de todos esos siglos se han producido ciertos avances e innovaciones que parecían iban a cambiar sustancialmente la forma y el nivel de vida. Pero es en estos casos cuando se aprecia claramente como se cumple una y otra vez la trampa maltusiana por la que después de una innvovación que permitía un aumento del nivel de vida se producía un aumento de la población que terminaba agotando esos nuevos recursos producidos y se volvía a la situación anterior a las innovaciones.
Se hacía necesario encontar la manera de alcanzar la riqueza y evitar caer en la trampa maltusiana. Para algunos economistas clásicos como Smith un cambio institucional podría ser una solución a dicha trampa. Clark considera que las fórmulas que estos proponían estaban vacías. En esto no podemos estar de acuerdo ya que fórmulas como reducciones de impuestos o equidad judicial podrían haber supuesto una transformación de las sociedades hasta llegar a una sociedad más justa y equitativa en la que una mejor distribución de los bienes en contraposición del feudalismo o sociedad de estratos típica de esta época podrían haber supuesto un primer e importante paso para llegar a un mayor nivel de vida y bienestar social sin volver a recaer en la trampa maltusiana.
Por último se analiza las causas que Clark da a la aparición de la Revolución Industrial y a por qué esta se produjo en Inglaterra y no en otras zonas del mundo que podían tener los requisitos necesarios para que dicha Revolución se produjera. Una de las diferencias fundamentales para que la Revolución según Clark se produjese en Inglaterra fue la difusión de las ideas de la clase media; valores como el ahorro o el trabajo duro fueron imponiéndose haciendo que la distribución clásica de la sociedad fuera cambiando. Estamos de acuerdo en esta idea de Clark y consideramos que este cambio de mentalidad que sirvió como preludio a la Revolución se produjo en parte por la modernización de las instituciones que se habían quedado obsoletas. Por tanto es en este punto cuando se confirma en parte la teoría expuesta por Smith y otros economistas la cual habíamos considerado como válida y la cual Clark había descartado por estar vacía que decía que era fundamental un cambio institucional que produjera un cambio en la mentalidad y que puediese cambiar la tendencia clásica maltusiana. Precisamente esto es, a nuestro parecer, junto con otras circunstancias lo que hizo que Inglaterra se convirtiera en el nido de la Revolución Industrial. También fue importante el incremento espectacular en la tasa de natalidad que se produjo en Inglaterra en estos años el cual no fue tan grande een otras zonas como China o Japón. El último factor que Clark considera como distintivo para que la Revolución Industrial se produjera en el Reino Unido fue la apertura comercial que hizo que Inglaterra se convirtiera en la fábrica del mundo. Estamos de acuerdo con Clark en que fueron fundamentalmente estos factores los que hicieron que Inglaterra se convirtiese en el foco del nacimiento de la sociedad moderna y que hicieron que se pudiese superar la trampa maltusiana.

Grupo 62

Luis Calderón Seibane
Sandra Cantos García
Bryan Benavides Sánchez

alba dijo...

los componentes del grupo somos:Valeria Yañez,Jabo Barba,Alejandro Blazquea y Alba Bella del grupo 62.

Los tres problemas que Clark sostiene, y por lo tanto, se deben explicar por lo historiadores son; Antes del 1800 el mundo se encontraba en una trampa Maltusiana, cuando mejoraba la situación(debido a la tecnología)de la población, esto provocaba que la situación económica de los ciudadanos empeoraba, con lo que se volvía a la misma situación anterior.Otro problema que tienen que explicar es el posible futuro de la gran divergencia.El tercer problema sin explicar, y sin duda el más difícil desde mi punto de vista es el porqué la revolución Industrial se dio en Inglaterra, cuando otros países tenían las mismas características, esto Clark lo atribuye a la natalidad de Inglaterra, ya que era muy superior a los otros países, y un factor mucho más importante la baja mortalidad infantil respecto a estos países.

Uno de los puntos fuertes de la teoría de Clark es la sencillez con la que explica los hechos que han acontecido durante todos estos años;También es cierto que quizá esa simplificación deje pasar algunos detalles importantes sobre la historia que serán relevantes en un futuro.Su coda es poco optimista respecto al resto de historiadores el plantea un desarrollo casi nulo de la felicidad de la población en comparación con la prehistoria y en esto nosotros no estamos del todo de acuerdo,aunque la población se haya visto encerrada en una trampa malthusiana el desarrollo tecnológico siempre ha traido un aumento de la felicidad o por lo menos una mejora de las condiciones de vida,algo que no se puede comparar con la vida en la prehistoria.

Por otra parte nos gustaría resaltar la importancia que le da a dos palabras claves para él que son el crecimiento y la felicidad.Esta claro que las acciones que han acontecido hasta la actualidad han venido precedidas por estos dos ob jetivos que son importantísimos para el desarrollo de las sociedades y lo seguirán siendo ya que es lo que todo el mundo quiere tener.

Unknown dijo...

El texto del Blog de Historia Económica es una crítica de Julio Aramberri al libro de Gregory Clark titulado "A Farewell to alms". El escritor del artículo utiliza en todo momento un tono irónico, desafiante e incluso a veces desestima a Clark por la inexactitud de los datos que utiliza para fundamentar su teoría

La teoría que se expone en el libro pretende distinguir tres partes que contienen toda la historia económica del mundo, dos etapas y una coda. La primera etapa va desde el hombre primario hasta la prerrevolución industrial, la segunda desde la revolución industrial hasta hoy, y una coda o fin que estaría aún por escribir.

De la primera etapa podemos destacar que no la humanidad no logra mejorar su calidad de vida hasta el 1800, siendo Gran Bretaña el primer país en lograrlo, y es por esto que plantea en el resto del libro por qué la humanidad estuvo atrapada en una trampa maltusiana, por qué la primera nación en salir es Gran Bretaña, y cuál será del futuro de lo que el llama la Gran Divergencia.

A la pregunta de la trampa maltusiana, Clark responde que si excedemos la renta de subsistencia, la población crece, por lo cual disminuye la renta, lo cual nos lleva a un descenso de la natalidad (o un aumento de la mortalidad, que tiene el mismo efecto), lo cual nos lleva a un equilibrio muy cercano al punto de partida que nos permite ver que los recursos son muy finitos (“las habas están contadas").

Entonces para dar un verdadero aprovechamiento a las tecnología que tenían que permitir una mejora del nivel de vida, Gran Bretaña se vio afectada por factores demográficos que llevaron a los ingleses ricos a tener buenas y fuertes descendencias, junto con una reducción drástica de las muertes por accidentes u homicidio, la extensión de la alfabetización, una bajada de los tipos de interés, y la aplicación de las cuatro reglas básicas de la clase media (ahorro, prudencia, negociación y trabajo duro). Todo ello no fue sino sorprendido con un gran aumento de población entre 1750 y 1800 que obligó a forzar un fuerte intercambio comercial, ya que la agricultura inglesa no era capaz de abastecer a toda la nación, y en vez de aumentar la natalidad, aumentó el comercio. Si recalcamos esta idea, lo que hacían era comprar materias primas que vendían manufacturadas al resto del mundo, sobre todo en sus abundantes colonias, consiguiendo un buen abastecimiento, y convirtiéndose así en la fábrica del mundo.

Gran Bretaña estuvo por delante del resto porque a diferencia de Asia por ejemplo, lograron esa alta natalidad y fecundidad en su clase alta; y porque como afirma el autor del artículo, gracias a que había personas que seguían gastando como antes se pudo no volver a caer en una trampa maltusiana porque sino el ahorro generalizado y la falta de circulación hubiesen puesto el dinero y los recursos en manos de unos pocos, algo que si lo analizamos es sorprendentemente similar a situación como las vividas en el siglo XXI.

Por último el autor incide en la imprecisión de Clark en sus datos y hechos en los cuales basa su nueva y rompiente teoría contando un cuento al final del artículo, que parece de forma sencilla desarticular la teoría de Clark.

Sandra Cantos Garcia
Luis Calderon Seibane
Bryan benavides
Federico Gaido Cerezo

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Este artículo de Julio Aramberri realiza un análisis de la obra “A farewell to alms” del profesor de la Universidad de Davis (California), Gregory Clark. Esta obra trata de resumir la historia económica, dividiéndola en dos fases: una de continuo estancamiento hasta 1800, y la segunda de crecimiento que se inicia con la Revolución Industrial.

Clark, parte de la idea principal de que durante miles de años la humanidad no ha evolucionado en lo que se refiere a la gestión de los recursos de los que dispone, es decir la economía no ha crecido de manera continuada. Hasta 1800 las personas siempre vivieron igual encerrados en una “trampa maltusiana”. Esta trampa provocaba que se gozase de un bienestar durante un tiempo, que finalizaba por culpa del crecimiento de la población. Cuando se producía una catástrofe (guerra, epidemia...) que terminaba con gran parte de la población, ese crecimiento se detenía y se volvía a la situación inicial.

Ambos autores, Aramberri y Clark, se preguntan, qué fue lo que hicieron los países para salir de esta situación de continuo estancamiento. En Europa se intentaron retrasar los matrimonios para disminuir la natalidad, mientras que en Asia Oriental se practicó el infanticidio. Ambas medidas muestran la escasez de bienestar existente, que se hace más visible por la falta de higiene que existía en las ciudades de Inglaterra, a causa de esto entre 1580 y 1800 el 18 % de los niños ingleses morían.

La salida de la “trampa” se produjo según Clark debido a una mejora en la tecnología pero sobretodo gracias a un aumento de la eficiencia en la producción. Así los ingleses ricos, mejoraron notablemente sus condiciones de vida y se redujo la mortalidad infantil. Una de las razones que según Clark, provocó que la Revolución Industrial tuviese lugar en Inglaterra y no en Asia, es debido a que Inglaterra necesitó innovar y buscar comercio en el exterior. Mientras que Japón y China eran autosuficientes, y se valían por si mismos y no buscaron el comercio con mercados exteriores, lo cual les llevo al estancamiento.

Estamos de acuerdo con la idea que expone el autor en referencia a las causas que llevaron a Inglaterra a dar el gran salto. El comercio internacional, las mejoras en transportes y navegación, así como un mejor aprovechamiento de los recursos naturales para producir energía, fueron los principales factores que impulsaron a Inglaterra al crecimiento. Un crecimiento no sólo económico sino en todos los ámbitos, que le llevaron a alcanzar niveles de bienestar muy superiores a los del pasado. Hay que destacar un dato importante que también comenta el autor, que en este periodo los niveles de bienestar entre unas zonas y otras del mundo también multiplicaron su diferencia, existiendo muchas más diferencias ahora que en el pasado entre unos países y otros.

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GRUPO 62

-Miguel Barreras Calvo
-Alejandro Alcoceba

Anónimo dijo...

En primer lugar, cabe destacar que los comentarios de Clark son meras opiniones acerca del dudoso progreso económico de la humanidad a lo largo de los siglos.
Nosotros estamos de acuerdo con Clark en que el nivel de vida de las personas no aumento a lo largo de los siglos, excepto hasta la llegada de la revolución industrial en Inglaterra, ya que la esperanza de vida no aumentó en exceso de la que tenían los hombres de la antigüedad. Aquí llega el punto en el que no coincidimos con la teoría de Clark ya que creemos que la revolución industrial no se inicio en Inglaterra por motivos únicamente de fecundidad y de que las altas clases sociales fueran la promotoras de esta revolución si no que aparte de este motivo (necesario pero en un segundo plano) hacía falta algo de iniciativa y en nuestra opinión un problema grave dentro de la propia sociedad para que alguien escarmentara y se dispusiera a cambiar y a solucionar el problema, eso si, con la ayuda de esas clases adineradas y a la creación de nuevas tecnologías que hicieran ese cambio mas sencillo y rápido en una sociedad necesitada de un bienestar.
También estamos de acuerdo con las tres condiciones que propone Clark acerca de la trampa malthusiana, ya que es lógico pensar que al producirse una innovación tecnológica, posteriormente se produce un aumento del nivel de vida,que a su vez provoca una caida de la mortalidad y un aumento de la natalidad y consecuentemente una mayor densidad de población y ésta a lo largo del tiempo produzca una reducción del nivel de vida.
A su vez, también estamos de acuerdo con la idea de que un aumento de la mortalidad provoca un aumento del nivel de vida para las personas supervivientes, ya que las rentas y los bienes se reparten entre menos gente.
Con esta última idea todo lleva a pensar que las ideas de Hitler, Stalin y Mao, vistas desde un punto de vista económico, serían correctas,ya que se alcanzaria un mejor nivel de vida, pero solo produjeron estancamiento.


Grupo 62:
-Manuel Rezola Casas
-Jorge Aller Macías
-Sergio Alguacil Garcia
-Estefania Almendro Urdiales

Anónimo dijo...

Gregory Clark es profesor de Economía en la Universidad de Davis en california y con su libro "A farewell to alms. A brief economic history of the world" pretende dar respuestas a diferentes preguntas de la historia económica, ¿Por que la humanidad se ha visto inmersa en una trampa maltusiana durante cien mil años?, ¿Por que los primeros en escapar de ella fueron los habitantes de Gran Bretaña ¿Cual es el futuro de la Gran Divergencia? Para ello Clark divide su libro en dos etapas, una primera etapa en la que expone que la humanidad a estado inmersa en una continua trampa maltusiana, y una segunda etapa que empieza a contar a partir de la Revolución Industrial.

Según el profesor Clark la humanidad se a visto involucrada en una trampa maltusiana hasta la Revolución Industrial, esta trampa consistía en un ascenso de la demografía cuando los avances tecnológicos producían una mejora del bienestar, debido a este nuevo ascenso demográfico los recursos eran agotados, por lo que las altas tasas de mortalidad se hacían características y se volvía a un estado inicial. Con esta teoría Clark sostiene la idea de que el hombre prehistórico vivía en iguales o mejores condiciones de vida que el hombre preindustrial, con lo que estamos parcialmente de acuerdo, puesto que el grado de bienestar a nivel individual lo podemos medir con respecto al grado de dificultad de supervivencia, y apenas existe diferencia ente unos y otros.


Por otro lao Clark expone que la Revolución Industrial se dio en Gran Bretaña gracias a las altas tasas de natalidad proveniente principalmente de las clases nobles. Fue así como se constituyó una nueva clase social, la burguesía, con un mayor grado de educación y nueva mentalidad capitalista, basada en el trabajo y en el ahorro, a diferencia de sus antepasados con actitud despilfarradora que agotaba los recursos.

El autor en su intento de explicar el porque de la Revolución Industrial en Gran Bretaña deja a nuestro modo de ver factores importa antes tales como el comercio internacional, políticas llevadas a cabo o conflictos bélicos. Por otro lado si que nos parece acertado su opinión acerca de la trampa maltusiana, aunque a pesar de que el nivel de bienestar infibula fue similar entre el hombre prehistórico y el preindustrial, este último gozaba de unos avances tecnológicos y científicos que fueron claves y necesarios para la posterior Revolución Industrial.

Lourdes Cervantes Dueñas
Pablo Olmo Navarro
Milagros Aznarán
Ignacio Alonso Mariscal
Grupo 62
Historia Económica

Anónimo dijo...

Julio Aramberri realiza una reflexión de la teoría malthusiana através de la tesis de G.Clark. El autor comienza su tesis,analizando cuáles fueron los factores que produjeron que la humanidad estuviera atrapada en la trampa malthusiana hasta la primera revolución industrial y como le fue a Inglaterra quien fue la primera nacion en lograr que el aumento de la población no conllevara a una disminución de la renta.

Antes de 1800,cuando la población aumentaba desproporcionalmente con relación a sus recursos,sus rentas disminuian hasta igualar los recursos disponibles con la tasa de población.
A partir de 1800,dejó de ocurrir esto.Entre los factores que llevaron a dicho cambio estan:
·La poítica de libre comercio que permitió a Inglaterra crecer en población sin reducir la renta per cápita.
·La innovación tecnológica que permitió un mejor aprovechamiento del capital disponible.
·El control de la fecundidad.

Malthus se equivoco al predecir que occidente no lograria salir de la trampa, pero al mismo tiempo si que se puede apreciar que sus estimaciones no iban tan desencaminadas al ver como mas de la mitad de la poblacion mundial se encuentra en la miseria. Se equivoco aplicando este modelo en los paises occidentales pero se mantiene en aquellos pre-industriales y subdesarrollados.

Por su parte Aramberri critica la idea del control de la poblacion mediante la mortalidad, e intenta afirmar que claves del crecimiento economico, ademas de las expuestas, tambien pueden ser, la division del trabajo y la apertura al comercio exterior, que permitio cojer ventaja frente a China y Japon.

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Alejandro Lamas Vidal
Jaime de la Fuente Villalpanda
Juan Alaèz Pérez
Laura Flores Pérez
Marta de la Calle Checa

HISTORIA ECONÓMICA
GRUPO 62

Anónimo dijo...

Este artículo de Julio Aramberri realiza un análisis de la obra “A farewell to alms” del profesor de la Universidad de Davis (California), Gregory Clark. Esta obra trata de resumir la historia económica, dividiéndola en dos fases: una de continuo estancamiento hasta 1800, y la segunda de crecimiento que se inicia con la Revolución Industrial.

Clark, parte de la idea principal de que durante miles de años la humanidad no ha evolucionado en lo que se refiere a la gestión de los recursos de los que dispone, es decir la economía no ha crecido de manera continuada. Hasta 1800 las personas siempre vivieron igual encerrados en una “trampa maltusiana”. Esta trampa provocaba que se gozase de un bienestar durante un tiempo, que finalizaba por culpa del crecimiento de la población. Cuando se producía una catástrofe (guerra, epidemia...) que terminaba con gran parte de la población, ese crecimiento se detenía y se volvía a la situación inicial.

Ambos autores, Aramberri y Clark, se preguntan, qué fue lo que hicieron los países para salir de esta situación de continuo estancamiento. En Europa se intentaron retrasar los matrimonios para disminuir la natalidad, mientras que en Asia Oriental se practicó el infanticidio. Ambas medidas muestran la escasez de bienestar existente, que se hace más visible por la falta de higiene que existía en las ciudades de Inglaterra, a causa de esto entre 1580 y 1800 el 18 % de los niños ingleses morían.

La salida de la “trampa” se produjo según Clark debido a una mejora en la tecnología pero sobretodo gracias a un aumento de la eficiencia en la producción. Así los ingleses ricos, mejoraron notablemente sus condiciones de vida y se redujo la mortalidad infantil. Una de las razones que según Clark, provocó que la Revolución Industrial tuviese lugar en Inglaterra y no en Asia, es debido a que Inglaterra necesitó innovar y buscar comercio en el exterior. Mientras que Japón y China eran autosuficientes, y se valían por si mismos y no buscaron el comercio con mercados exteriores, lo cual les llevo al estancamiento.

Estamos de acuerdo con la idea que expone el autor en referencia a las causas que llevaron a Inglaterra a dar el gran salto. El comercio internacional, las mejoras en transportes y navegación, así como un mejor aprovechamiento de los recursos naturales para producir energía, fueron los principales factores que impulsaron a Inglaterra al crecimiento. Un crecimiento no sólo económico sino en todos los ámbitos, que le llevaron a alcanzar niveles de bienestar muy superiores a los del pasado. Hay que destacar un dato importante que también comenta el autor, que en este periodo los niveles de bienestar entre unas zonas y otras del mundo también multiplicaron su diferencia, existiendo muchas más diferencias ahora que en el pasado entre unos países y otros.

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GRUPO 62

-Miguel Barreras Calvo
-Alejandro Alcoceba
-Beatriz Abella
-Carlota Carmena
-David Méndez

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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